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Digresión núm. 1: El hilo musical

El hilo musical es un invento algo viejuno ya, que todo el mundo conoce como "la radio que suena desde el techo". Al principio, cuando las primeras casas empezaron a incorporlarlo siempre daba un toque de distinción (como los Ferrero Rocher, pero sin dar asco del todo), y quien disponía de hilo musical era reconocido entre sus semejantes como: "dios, ahí va el tío ese que tiene hilo musical en casa!". Era algo así como lo que sucede ahora con la gente que tiene extractor de aire en el baño, en plan: "Wao! Qué renovación de aire más espléndida! Y qué sensación de aire impoluto tan agradable!".

Con el tiempo se empezó a comprobar que las bondades del hilo musical no eran tan destacables. Pronto surgió la idea de que quizás tener una manera de poder escuchar los 40 Principales en todos los p**** rincones de la casa no era lo que uno había entendido en un principio como confortabilidad. La gente que disponía de hilo musical comenzaba a volverse obsesiva y, en un afán por demostrar que su gran avance tecnológico no era inútil, ponían la radio a todas horas, incluso en la cenas con amigos o por encima de la TV, "para dar ambiente", decían. También intentaban que a ti te gustase y se enfadaban cuando, girando la ruedecita del panel de control, misteriosamente se encendía la calefacción central y no eran capaces de sintonizar más que una cadena de radio: siempre la misma, los 40/Cadena 100. Curioso avance cuando antes ni siquiera escuchaban la radio...

Y es que el hilo musical tiene una alucinante capacidad para estropearse solo. De ahí su nombre, se denomina hilo musical porque cualquier estupidez puede joderlo, es más frágil que las rodillas de Prosinecki. Es sorprendente que, cuando realmente no es más que un cable que cruza la casa, pueda llegar a funcionar en dos estancias y dejar de hacerlo en otras 3 al mismo tiempo. Porque o los obreros meten topos entre el pladur y los ladrillos cuando construyen o no se explica. El único sitio donde podría llegar a ser útil, el baño (por aquello de ducharse con algo de ambiente), es el primero donde se jode. El segundo es la cocina, lugar en el cual, entre el sonido de la campana extractora y la tele de la que mucha gente disponía para ver los consejos médicos de Manuel Torreiglesias (tres hurras por su exitoso aparato para medir la tensión arterial) o la teleserie de éxito Santa Bárbara, el hilo musical sonando de fondo podía llegar a causar suicidios en masa. ¿Los lugares donde nunca fallaba? El pasillo (utilidad brutal), la habitación de los trastos (cómo cundía buscar algo perdido entre mil cajas con música de Mecano de fondo... el 13 de septiembre eeeesss... el día de tu mueeeerteeee) o el salón-comedor. Toda la familia hilomusicalizada se movilizaba cuando había visita para preparar un ambiente cómodo (y espeluznante) gracias al invento del siglo: era realmente llamativo ver a toda una familia de pie, con los ojos como búhos mirando hacia el infinito esperando que te dieses cuenta de que había una música mágica que salía mágicamente de un lugar mágico dispuesto en el techo de una manera tan poco mágica.

Otra cosa es el hilo musical del ascensor. En el ascensor no se sintoniza la radio, sino una música que pone los pelos de punta, conocida como "música de ascensor". La música de ascensor tiene la misma capacidad que la música de los servicios de atención al cliente para provocar el deseo de matar y despertar ira homicida. En el ascensor, la capacidad del hilo musical para funcionar en todo momento es directamente proporcional a la capacidad que tiene de joderse en una vivienda. Aunque el ascensor sea un OTIS de 1965 con doble puerta manual interior, la sinfonía "bigote y melenillas" de Luis Cobos tocada con un acorde y medio nunca dejará de deleitarnos.

Ya es hora de que el hilo musical forme parte del pasado. Espero que su inventor se ponga de acuerdo con el inventor del teletexto para centrarse en conseguir que pueda saltar de la página 100 a la 101 en un único paso, sin tener que recorrer a la inversa todas las páginas. En el colegio debieron de enseñarle: el camino más corto para ir de un punto a otro es recorrer hacia atrás la distancia más larga para llegar desde el otro lado dando la vuelta, o sea que para llegar al 101 desde el 100 es mejor empezar por el 99 e ir bajando...


En la próxima digresión: el fabuloso y maravilloso mundo del uso del palillo. Cuando redondo o plano no sólo no es lo mismo, sino que pueden matarte por confundirte.

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